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lunes, 1 de julio de 2013

Mercados de abastos, canción triste... llámale Blue

Desde siempre he sentido atracción por los mercados de abastos. Estos recintos,casi de origen medieval y con reminiscencias de zocos orientales, tienen su encanto. Tanto que me pregunto si los modernos centros comerciales no ha copiado su idea. Un sólo inspector de sanidad y consumo y un único veterinario supervisan los productos que en ellos se expenden. Los residuos generados por todas esas pequeñas tiendas que lo componen se concentran en un mismo punto, abaratando los costes y simplificando la tarea de recogida. Los precios de los productos allí vendidos son competitivos pues directamente vienen del mercado central de cada ciudad sin pasar por más intermediarios

Los puestos o tiendecillas que se establecían en ellos permitían que nos avitualláramos de lo necesario para nuestro yantar -verduras, legumbres, especias, carnes, charcutería y despojos, aves, pescados, pan y bollería...-; nos ayudaba a reciclar nuestros objetos cotidianos, pues los artesanos también tenían allí su espacio: zapatero, paraguero, soldador, zurcidor... ¡cuantas cremalleras nuevas han logrado prolongar la vida de pantalones, chaquetas y bolsos...!

Creo que empecé a frecuentar estos pequeños pueblos desde mi infancia. En mi etapa como colegial me seducía adentrarme en ese ambiente en el que los sonidos, los olores, colores y formas se unían dando un ambiente familiar. Todos se conocían y eso generaba confianza. 

En la época universitaria, tampoco me alejé de este ambiente. En mis años jóvenes teníamos que administrarnos los estudiantes, pues la paga semanal era escasa, y buscar las perrillas para los caprichos haciendo algunos trabajillos - en mi caso, las clases particulares fueron una buena fuente de ingresos-; los mercados también nos ayudaron a pasar ratitos divertidos, alrededor de unas cervezas y tapas de buena calidad y bajo precio....

Aun hoy, tras hacer mi compra en el mercado, suelo tomar mi cervecita y mi tapa en el bar del mercado; sigo comprobando la complicidad y familiariedad de este mundo, donde la humanidad se respira...

He dicho que entono un Blue, una canción triste...

Lamento que se quiera acaba con estos pequeños refugios de humanidad. Primero fue el mercado de Entradores, después el de la Encarnación, el de San Bernardo.... Te hablan de modernización pero de lo que se trata es de encarecerlos, de quitarlos al pueblo para ofrecerlos a un turismo que es un ave de paso y que busca "bonitos momentos" pero sólo una vez en su vida en el mismo decorado.

Me apena que en esos planes de modernización entre el Mercado de Las Palmeritas, del que soy asidua. Si acaba siendo como el de la Boquería de Barcelona, debe urgentemente aprobarse una ley que obligue a que los políticos que lo visiten abonen sus consumisiones de su propio bolsillo.

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